Fuerte, hermoso, de elegante cabellera… ¡No estoy hablando de Sansón! Probablemente el joven en quien estoy pensando comenzó a usar su cabeza rapada, pues muchos siglos después de la época de los jueces, eso se puso de moda. Pero a cualquier soltera le gustaría conocer a ese joven “sin defecto físico, de buen parecer”, culto, inteligente, que domina varios campos de conocimiento, “muy amado”, soltero, nacido en cuna de nobles y elegido para ser capacitado como oficial del mayor gobierno de la Tierra. En la época de inscribirse a la universidad y rendir su examen de ingreso hizo todo bien, y en el proceso de selección fue aprobado con la nota más alta, con una marcada diferencia superior con quien quedó en segundo lugar. Aunque tú no seas una joven, seguramente tendrás curiosidad de conocer a este muchacho también.
Pero él nunca pensó así de sí mismo. Siempre supo quién era, y no con la intención de ser mejor que los demás. Después de todo, se convirtió en una presa de la guerra, y tuvo que ser muy inteligente para salvarse de esa situación y no perder la vida. Abre tu Biblia en Daniel capítulo 1 y conoce a uno de los únicos hombres con una amplia descripción, cuyo texto sagrado no menciona ni siquiera un defecto durante toda su vida.
Era humano y tenía defectos, claro. Pero lo más destacado es la reforma que determinó establecer en su vida por amar y servir a Dios y no a sí mismo. Muy por el contrario, Sansón nació inmerso en la reforma, y no le dio importancia a su estilo de vida distintivo porque siempre parecía más preocupado en que el mundo girara a su alrededor. Daniel propuso firmemente en su corazón no contaminarse con ninguna cosa “buena y mejor” que estuviera su disposición en el menú más caro del mundo.
El tiempo ha pasado, pero la esencia humana sigue siendo la misma. Como Sansón, muchos tienen todas las oportunidades del mundo para tener éxito en la vida, pero están tan centrados en sí mismos que no tienen el valor para vencer una tendencia, ni siquiera un mal hábito. La reforma requiere una decisión firme. Lee Daniel capítulo 1 y piensa bien. La lógica era clara: Si Daniel hubiera querido llevarse bien, ¡habría comido lo que le estaban ofreciendo! Y si hubiera querido llevarse mal, sólo habría hecho lo contrario. Sin embargo, un análisis más profundo de todo este libro bíblico nos lleva a darnos cuenta de que la mayor preocupación de Daniel no fue consigo mismo. Fue con su religión. ¿Te resulta extraño? La reforma requiere una confianza en Dios que no se encuentra en cualquier esquina.
La reforma también requiere firmeza de valores. A lo largo de su infancia y adolescencia, Daniel había recibido instrucciones sobre cómo ser fiel al Señor. Y él conservó esto. No las costumbres, sino el principio. ¿O crees que él, como buen judío que era, comía verduras? La reforma requiere sabiduría para vivir. Allí, ante esa situación con bebidas y carne inadecuadas, adaptó el contexto a sus principios. Muy diferente de Sansón, quien aunque vivía en una situación ideal para mantenerse puro, trató de ver cómo podía acomodar sus valores al mundo.
Vivimos en un mundo incierto, inseguro, sin fe y desequilibrado. Siempre fue así. Y la vida de Daniel nos inspira a buscar a Dios con la determinación de una reforma proveniente de una firme decisión, una fe sólida y la valoración de los principios y la sabiduría superior. Ser cristiano para no marcar una diferencia no tiene sentido. Sansón no marcó la diferencia ni siquiera entre el pueblo de Dios, pues aunque la reforma estaba en su medio, él no la buscó. Sin embargo Daniel marcó la diferencia en la historia humana, porque aunque parecía que la reforma había huido de él, la buscó.
“El joven” a quien no le importó ser “el joven” se transformó en “el joven”. Su estilo de vida siempre glorificó a Dios. Ese fue Daniel.
¿Y tú?
Fonte: http://noticias.adventistas.org/es/columna/valdeci-junior/quien-es-ese-joven/
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